domingo, 29 de noviembre de 2009

Delicada niñez



Ficha Técnica

Obra: Mamita. Oda a mi niña

Grupo: Lunatics Danza+Teatro

Autores: Ada Valdez y Joaquín Martínez

Actúan: Susana Matellán, Yanina Valdez, Elina Jofré, Luciana Rago, Andrea Collado.

Composición Musical: Joaquín Martínez

Voz: Sandra Amaya

Violoncello: José Luis Di Marco

Oboe: Fátima Barrio

Flautas: Diego Cortéz

Percusión: Roberto Salim
Guitarras: Francisco Ariel Prado

Teclados: Joaquín Martínez

Grabación, edición y masterización: Francisco Ariel Prado
Iluminación: Natacha Saez, Emiliano Voiro

Sonido: Maximiliano Dávila Zarracán

Vestuario: Luchi Rago, Gema Cabana

Composición Coreográfica Teatral: Ada Valdez

Dirección: Ada Valdez

Cinco mujeres evocando, descubriendo la niñez anidada en sus recuerdos. Desplegando al unísono o por separado, un tiempo cargado de aventuras y sensaciones. Desde el ejercicio constante de lo lúdico,
Mamita nos invade con un relato fresco, divertido, ingenuo, tierno y fragmentado.

A partir de un extenso proceso de exploración de las capacidades expresivas del cuerpo y del movimiento, el debutante elenco Lunatics Danza+Teatro, presenta un espectáculo disfrutable, que no escatima en episodios de humor, juego y disparate. El ingenioso programa de mano nos invita a transitar el mundo de la infancia femenina. Al inicio el espacio es reducido, por lo que los cuerpos se tocan y buscan intersticios para respirar y escapar. ¿Escapar de qué? ¿De las limitaciones que imponen los mandatos sociales? De allí en más se alternan escenas en diferentes ángulos del escenario, en las cuales las intérpretes con elementos tomados del
contact, irán diseñando el espacio teatral.

Dosis de fantasía, cotidianeidad y abstracción, oportunamente unidas en un lenguaje corporal expresivo y también emocional, se insertan en una estructura discontinua que suele caracterizar a la danza-teatro. De este modo, podemos presenciar desde un coro de niñas aplicadas y muy “femeninas” hasta el surgimiento de un extraño monstruo onírico. En esta puesta de claro vuelo poético, se destacan dos escenas por su unidad y fuerza dramática. Por un lado, cuando una mujer es acunada por el resto, con cuerpos que sostienen, abrazan, mecen y abrigan. Por otro, la última escena en la cual las mujeres le ceden su lugar a las muñecas, que delicadamente se sientan, se peinan, se miran; un momento que encarna ese abrazo a la niñez, y que a la vez es un intento por despojarse y así descubrir el ser mujer.

Pese a ser muy fragmentada y reiterativa, la propuesta musical de Joaquín Martínez, logra amalgamarse con el todo, y especialmente en las escenas mencionadas, se resignifica para potenciarlas intensamente. Por otra parte, la puesta de Ada Valdez se caracteriza por la presencia de (muchas) buenas ideas, algunas de ellas apenas esbozadas, como es el caso de la escena de la bicicleta, lo que atenta contra el ritmo y la dramaturgia. En este sentido, creemos que si bien presenta algunos pasajes con escaso desarrollo y el excesivo uso de los apagones aletargan peligrosamente la obra, las escenas de humor y de ternura contrastan con inusual brillo. Con detalles y sutilezas, la frescura de la puesta reside en la simplicidad de las emociones que expresa, lo que la convierten una pieza visualmente atractiva.

Mamita es un homenaje a la niñez, a esa niña que albergan los cuerpos de tantas mujeres. Delicadamente, nos invita a sumergirnos en un viaje íntimo, en el cual se pone a prueba nuestra capacidad para imaginar, evocar y en algunos casos hasta añorar.

Norma Velardita

viernes, 27 de noviembre de 2009

Tres llaves que por fin abren a un gran espectáculo

Ficha Técnica
Obra:
Tres llaves, una puerta y algo más en Nunca Jamás
Grupo: Sobretabla.
Autores: Daniela Méndez, Virginia Martínez, Marta Sisterna, Andrea Gentili y Laura Villaflor.
Actúan: Andrea Gentili, Laura Villa flor, Marta Sisterna, Virginia Martínez.
Diseño de Vestuario: Laura Villaflor
Realización de vestuario: Sobretabla
Diseño escenográfico: Daniela Méndez
Realización escenográfica: Hugo Moreira – Sobretabla
Música original: Cristian Espejo
Puesta lumínica: Rubén González Mayo
Asistente de escenario: Leandro Martínez
Puesta en escena y dirección: Rubén González Mayo

Se encienden las luces y Rojo, el Topo, Azul y Peter encuentran que las cosas andan mal en Nunca Jamás. Este será el punta pie inicial para que los personajes salgan a mostrarnos la aventura que hace tiempo esperamos del teatro infantil sanjuanino.

Un viejo árbol sabio les dice en forma de oráculo que para solucionar sus problemas deberán encontrar tres llaves para abrir una puerta que les dará la respuesta. Uno como espectador se pregunta: ¿cómo resolverán teatralmente estos actores su búsqueda?, ya que cada llave corresponde a los diferentes reinos de estos personajes. Rojo (Andrea Gentili) capitanea los cielos con su avión, el Topo (Marta Sisterna) es un divertido excavador de las profundidades terrestres, y Azul (Laura Villaflor) un presumido ser de los mares.

¡Qué feliz que se siente uno cuando todo aquello se resuelve desde la imaginación, y sobre todo desde lo actoral! El Topo con su gracia, junto a su amigo Rojo, le agrega el ritmo esencial para que la obra sea para matarse de la risa. Esta dupla con sus juegos de preguntontas, equivocaciones obvias convierte a estos personajes en queribles y entrañables. Los dos amigos parten en busca de la llave, al centro de la tierra. En sus actuaciones muestran una gran vitalidad que atrapa a los espectadores y nos convencen de su existencia desde un muy buen trabajo corporal y gestual. En cuanto a la iluminación, por ser general simplifica la obra, quitándole posibilidades a las muchas escenas de fantasía. Esta puesta en escena llegaría a su mayor esplendor si la luz ingresara a la historia como un personaje más, dispuesta al servicio de los héroes, en forma de guía en su andar subterráneo.

Por otro lado, Peter y Azul se lanzan tras la búsqueda de la segunda llave a un mar con mojarritas traídas a la escena desde la palabra, una estrella de mar que pasa ante nuestros ojos y muy en el fondo “La pulpería” del pulpo, que “entre me debe y ya le pago” termina muy a regañadientes ayudando a encontrar la llave. Azul, con sus zapatillitas de danza y en puntas de pie, va de un lado a otro con un andar acuático. Y con un gesto muy a lo “uuuu…” propio del color “azul” alcanza un personaje vanidoso y estirado, el cual presume de valiente pero se asusta ante la mínima dificultad, lo que provoca un muy buen quiebre y desata una seguidilla de risitas en los chicos. La dupla alcanzaría una mayor fuerza si Peter (Virginia Martinez) y Azul desde lo lúdico propusieran un verdadero juego de pares. También, si Peter, desde lo actoral superara sus limitaciones corporales que empobrecen al personaje. Debería despreocuparse un poco más de la cuerda que le permite su vuelo y hacerlo desde la imaginación.

La búsqueda final es la mejor resuelta visualmente y en apariencia la más difícil de lograr, pero al fin y al cabo un sencillo y bello artilugio logra llevarnos al espacio. En este momento ocurre algo fantástico, vemos a los cuatro personajes remontar su avioneta y tocar las estrellas.

Los cuatro personajes en diferentes tiempos nos proponen “su momento” acompañados con canciones de Cristian Espejo, las que enganchan al público entre ritmos y palmas. La musical energía que se logra se vería revitalizada si se le diera un mayor protagonismo.

Lo más destacable, es que los personajes no provienen de la literatura, sino que han sido creados desde la propia dramaturgia del grupo, un gran logro para el teatro infantil sanjuanino. Cuando se habla de Azul, Rojo, nosotros no tenemos otro significado previo, salvo el de los colores. Los personajes se van construyendo en escena desde el léxico que ocupan y con una carga visualmente importante en la vestimenta. Aspecto que debería ser más cuidado tanto en la elección de los materiales como en su confección, la obra lo merece. La escenografía corre similar suerte.

En los espacios los personajes se valen de lo gestual y de lo corporal para crear esos mundos paralelos tan esperados. Después de conocerlos uno se va con la fresca sensación de que si mira al cielo puede haber un rojo que vuela en alguna parte del espacio o un azul que se encuentra en lo más profundo del océano.

Las tres llaves, ¿para una puerta?, que después del último apagón aparece ante nosotros poniendo el límite entre ficción y realidad. Nuestros personajes observan pasmosos por la ranura y se sorprenden al ver tantos, ojos, dedos, dientes, chupetines, pelos, piojos y cabezas. Y es así que nos es inevitable reír, porque nosotros estamos del otro lado. Y sí, somos la respuesta para que Nunca Jamás y cualquier mundo de fantasía siga existiendo.

Jorge Fernández
María Pía Bogni Lahoz

jueves, 19 de noviembre de 2009

El teatro de La Historia.

Obra: Los sueños de la razón
Grupo: Círculo de Tiza Teatro
Género: Drama histórico
Autor: Juan Carlos Carta
Actúan: Cristian González, Ernesto Kuchen, María Victoria Díaz, Luciana Capriotti, Silvina Montenegro, Karin Ortiz, Jorge Porres, Daniel Clavijo, Erica Gutiérrez, Andrea Huertas y Silvio Guevara
Puesta en escena y dirección: Juan Carlos Carta


En escena una plataforma de superficie blanca con una inclinación de unos treinta grados aproximadamente que culmina en un plano paralelo al suelo. La primera imagen: un grupo de cuerpos sin movimiento al fondo de la plataforma, unos sobre otros, con una disposición como de “fosa común”; en la superficie blanca, líneas de sangre trazan una trayectoria descendente desde los cuerpos inmóviles. Debajo, a ambos lados de la rampa, dos actores vestidos de negro. Uno de ellos da comienzo al relato, establece el lugar y tiempo del la obra: Francia en la “antesala” de la revolución.

Sobre la superficie blanca se proyecta una serie de imágenes de diversa índole: sangre (delineada o goteada), La libertad guiando al pueblo de Delacroix, nubes que pasan, un primer plano al rostro lloroso de la asesina de Marat, Charlotte de Corday, una secuencia de montaje en la que el rostro de Danton se convierte en el de Robespierre y viceversa, y, finalmente, obras de Goya, autor del grabado del que se extrae el la frase que da nombre a la obra: los sueños de la razón. Al título de la pieza de Juan Carlos Carta le falta el cierre del grabado: produce monstruos. Son estos monstruos los que el espectador debe esperar en escena.

Cuando los actores se posicionan en este punto del espacio escénico que hemos mencionado, funcionan como locutores del discurso histórico, este “rol” es intercambiable. Por otro lado, el relato histórico evoca personalidades que adquieren presencia escénica como personajes: Danton, Robespierre, Marat, Charlotte de Corday, María Antonieta, Goya. Cuando hay representación, los actores que no ocupan el rol de locutor forman coros que representan los grupos antagónicos que intervinieron en el proceso de formación de la I República.

Los discursos de los personajes y los discursos de los grupos ilustran, exploran, y/o discuten los hechos relatados desde el nivel de “lo histórico”. El monólogo de María Antonieta funciona como un desmontaje de la ciencia histórica, develándola discurso. Sabemos el cariz que la figura de María Antonieta adquiere en los tiempos de la revolución, por lo tanto, es significativo que este movimiento lo haga su personaje.

Los discursos están regidos por una voz en off, similar a la de un narrador omnisciente que rompe con la simultaneidad de la serie de voces de los niveles descritos. Es esta voz rectora la que lleva la posición ideológica de la obra, la que enuncia que es el pueblo la cantera y quien carga con las consecuencias de las revoluciones y contrarrevoluciones. En el devenir del relato escénico, los discursos de los ideólogos de la revolución aparecen como causas de la misma, es la hora de la libertad, la igualdad y la fraternidad. Al final del relato, estos, aparecen como los promotores de las matanzas. En esa dirección corre el discurso rector de la obra, la misma en que corre el discurso histórico tradicional: sube a escena a personajes que se vienen dibujando desde fuera del teatro de los acontecimientos y su lugar es ocupado por nuevos una vez que han desempeñado su papel, esta visión de la historia sigue siendo la de La Historia.

Dana Botti
Sergio López

lunes, 16 de noviembre de 2009

La otra, una propuesta


Obra: La otra.

Autor: Javier Daulte.

Director: Graciela Pérez.

Grupo: Psi.

Actúan: Marianela Flavio Domínguez y Verónica Nonni.

Sala: Centro Cultural Estación San Martín.

Ficha técnica

Asistencia técnica: Celeste Castro.

Diseño de iluminación, escenografía y sonido: Graciela Pérez.

Investigación escénica: Graciela Pérez.

Tutoría de montaje: Víctor Arrojo.

Asistente de dirección: David Maya.

Puesta en escena y dirección: Graciela Pérez.




¿Cuál es la hoja de ruta que debe seguir en la actualidad un texto hacia su puesta? Quizás esa indagación inicial fue la base para el trabajo de Graciela Pérez, al tomar “La otra” de Javier Daulte y proponerse un arco que la llevó desde la comedia hasta el drama con claros signos de absurdidad, y que presentó junto al grupo Psi en la selección de la Teatrina 2009. Semejante trasvasamiento implicó un fuerte planteo sobre la dramaturgia y una nueva lógica sobre las acciones y los sentidos, labor que aún no encuentra su mejor desarrollo y que todos esperamos de esta novel directora. Creemos que la debilidad de la puesta esta en la reescritura en clave de drama y que aún no halla sus rasgos propios. En medio de una escena despojada Flavia Domínguez como Ana, el personaje mórbido de Daulte, una construcción complicada, que intenta corporizar la progresión de una crisis mental que se desenvuelve en varios planos y acciones. Tarea que Flavia afronta con riesgos. Verónica Nonni personifica la hermana de Ana, una actuación convincente que merece profundizarse y procurar una esencialidad en los gestos. En ambas actrices un trabajo respetable que merece ser revisado. Graciela Pérez ha afrontado la dura empresa de dirigir y comprender el fenómeno de la puesta, sus modos de construcción no siempre dóciles.

La obra originó en el público diferentes percepciones y enfoques sobre su planteo, mostró una forma diferente de encarar la producción (actrices locales en tutoría extraprovincial, experiencias logradas en diferentes ámbitos y formación heterogénea) y mucho compromiso con su profesión. Todas estas circunstancias entran en diálogo, con disentimientos y aportes, algo bueno porque permite discutir el teatro que se hace y como se lo hace, virtudes complementarias en esta obra que obtuvo el tercer lugar en la Teatrina 2009, que no es poca cosa.
Jorge Fernandez

Mostrar lo inmostrable


Obra: A puerta cerrada.

Autor: Jean Paul Sartre.

Director: José Annecchini.

Grupo: Cooperativa teatro de Arte San Juan.

Actúan: Alcira Soria, Andrea Collado, Eduardo Videla y Juan Carlos Vega.

Sala: Centro Cultural Amadeo Conte Grand.

Ficha técnica

Asesoramiento dramatúrgico: Berta Kleingut de Abner

Escenografía: José Annecchini

Diseño de iluminación y sonido: José Annecchini

Puesta en escena y dirección: José Annecchini.


Con altivez se levantan de sus sillas y penetran en el infierno. Son los actores de la Cooperativa Teatro de Arte en el excelente trabajo presentado en la Teatrina 2009. La densidad filosófica del texto de Sartre se hizo comprensible, gracias a las meritorias actuaciones construidas desde un accionar físico apenas objetable. Voces, risas y tonos de un energético naturalismo sumados a una minuciosa gestualidad completaron las psicologías de los lóbregos personajes.

Es el mejor momento de Alcira Soria quien ha alcanzado una madurez interpretativa notable. Su complejo personaje ha sido acertadamente resuelto desde los recursos compositivos de la experiencia teatral. Andrea Collado sorprendió con un personaje de avasallante energía, señalando el ritmo del conjunto, su gestualidad fue de una belleza y equilibrio disfrutable. Eduardo Videla con una actuación sobria, aún perfectible y Juan Carlos Vega comprometido a fondo en el personaje, siempre presente desde las sombras.

Esta obra impresionó gratamente al conducirnos a su comprensión desde la belleza. Este logro se debió a José Annecchini, su director, quien supo construir una estética del develar, desde la inmaterialidad de la luz y con solo las visiones de los personajes, dio forma a una estructura que se transmutó en universo sígnico. Es innegable la labor sobre el texto, y los cuidados que tuvo al plasmarlo. Annecchini demostró la lucidez de su poética de dirección en el nivel de ajuste interno de la puesta, el trabajo compositivo pergeñado con sus actores, con resultados a la vista, una estética distintiva, de sello propio donde este director persigue una fidelidad al teatro de la comprensión. Esto es la noción de compenetrarse con la teatralidad misma, con la intensidad reveladora. Asistimos así a una puesta en escena que permitió ver los discursos encerrados en la crueldad de sus personajes, condición que los actores y su director explotaron con acierto. Un andamiaje metálico vuelto metáfora del des-ocultamiento, una musicalización acorde a esta poética y el trabajo sobre el ritmo de la obra hicieron de esta puesta una muestra ejemplar. Annecchini es un sólido director a la altura del texto elegido.

Jorge Fernández

jueves, 12 de noviembre de 2009

Afuera tambien...

Ficha Técnica
Obra: Decir sí
Autor: Griselda Gambaro
Grupo: Somos los que Estamos - Teatro
Actúan: Claudio Salis Neyem y Emiliano Voiro
Técnica: Andrea Collado
Asistencia de dirección: Ada Valdez
Puesta en escena y dirección: Gustavo Lorenzo

La propuesta era Decir sí, de Griselda Gambaro, texto que, producido y estrenado durante la ultima dictadura, trata el complejo tema de las relaciones de poder, pero situado en el trivial espacio de una peluquería. Si además, el lugar empírico de la puesta en escena era una peluquería, en vez de los habituales espacios destinados a las representaciones teatrales, la interpretación del espectáculo se resignificaba. Eso fue lo que sucedió: la puesta en escena de Decir sí era en Gavis & Staff. Yo llegaba al lugar no como cliente, sino como espectador.

El espacio escénico circular e intimista por la proximidad de los espectadores me permitió ubicar la atención en un sólo punto: el sillón de peluquería, un elemento que bien podía ser la totalidad de la escenografía, por el poder de referencialidad del asiento, desecho por tanto uso. Sólo había que esperar lo que sucedería en torno a él…Un cliente llega a cortarse el cabello, en el momento en el que el peluquero se fumaba un cigarrillo luego de dar vuelta un típico cartelito de “vuelvo en quince minutos”. Hasta aquí llega la trivialidad del mundo representado, porque el peluquero ignora al cliente, que según la doxa “siempre tiene la razón” y debe ser complacido. El cliente es dueño del discurso, pero sólo cuantitativamente. El lenguaje no sirve, pues todo en él es símbolo del sometimiento: la voz temblorosa, las contradicciones, las incoherencias y las adulaciones que intentan corregirse, temiendo la furia del peluquero; inseguridad atroz que el actor logra matizar con el humor. Imposible la comunicación, llevadas a cabo todas las insólitas órdenes que le impartió el peluquero - con la mínima cantidad de lenguaje y más con gestos -, al permitírsele tomar asiento en el sillón, el cliente recupera su esperanza de la supuesta normalidad del mundo… pero sólo dura unos instantes: con la oscuridad, el alarido, y con la luz, la sangre, y el sillón que gira y gira por una mano complacida. La luz intensifica el blanco de la capa, sobre la que corre el hilo rojo de sangre en vez de los recortes de cabello. Visualmente, la muerte impacta, si bien ya se predecía, gracias a la cuerda con que el peluquero enlaza por el cuello al cliente, elemento innovador de la puesta, que al enlazar las sillas de los espectadores nos involucra y nos suma como víctimas. Al final, el peluquero apaga las luces y se va, luego de malvadas carcajadas.

Este desenlace, la carcajada y antes, la cuerda, coherentemente señalaban la crueldad de haber matado al otro sólo por su torpeza (por haber cortado mal el cabello del peluquero), y no sólo el peligro de decir si en una peluquería, decir sí día a día, a todo.

Si además, el director no hubiera omitido el gesto de quitarse la peluca el peluquero, presente en el texto de Gambaro, tal vez, se habría mostrado el engaño, el absurdo, la falta de justificación. No se justifica el asesinato. Tampoco la dominación, ni el autoritarismo.

Como dije al principio, Gavis & Staff era un nuevo espacio teatral que proponía Somos los que estamos. Sin embargo, no me podía olvidar de que salía, y el edificio volvía a ser peluquería, y que en la calle también se escucha decir sí


Daniela Ortiz

miércoles, 11 de noviembre de 2009

Valeria resiste

Obra: La Permanencia
Grupo: Círculo de Tiza Teatro
Género: Drama
Autor: Juan Carlos Carta
Actúan: Andrea Huertas, Silvio Guevara y María Victoria Díaz
Puesta en escena y dirección: Juan Carlos Carta.

Revivir una época de dolor nacional, que repercute, necesariamente, en nuestro presente, siempre implica un nudo en la garganta y nublazón en la vista. Sin embargo, la posibilidad de revivir, en sólo un escenario de 3 por 3, con 3 actores-personajes y 30 minutos, las 30000 historias de las víctimas de la dictadura es bastante más difícil de encontrar. El reprimido preso y torturado o desaparecido, el que se pasó de bando y el del otro bando reunidos en un texto construido bajo una mirada unilineal de la dictadura militar argentina iniciada en la década del setenta.

Para presenciar “La permanencia”, entramos en una sala en la que hay que asomarse a la escena por la estrechez del espacio; ya sabemos, vamos a ver lo oculto. La puerta de entrada al encierro de Valeria es angosta, como espectadores, nos sentimos encerrados igual que ella.

Una mujer descalza, cabizbaja y un hombre que aparenta querer ayudarla enredados en un relato inundado de la esfera política, pero que deja entrever una historia de amor (sin duda enfermizo) entre el secuestrador y la secuestrada. (Una caricia mientras ella duerme, disimular al ser descubierto.)

Una tercera: la que ha pasado por los dos bandos y eligió quedarse del lado del poder. Un personaje duro, caracterizado perfectamente, sin fisuras: en la expresión, los altos decibeles de la voz, el vestuario (un traje sastre) y el peinado recogido. Una historia hecha de instantáneas en las que, durante los apagones, pasa lo más oscuro. A Valeria le piden datos. Al principio, con consejos cariñosos como recurso, pero que, a medida que pasa el tiempo sin las declaraciones que esperan, crecen en violencia. Valeria resiste el encierro, los gritos, los golpes, incluso la picana. Pero se rinde ante la violación de su captor. Cuando ellos se le meten adentro, justo un paso antes de ser convencida (y en un clímax muy bien logrado), Valeria tiene que elegir entre la entrega o la muerte. Fiel a sus principios, elige la segunda, justificándose: “La muerte no tiene potestad”.
Dana Botti.

viernes, 6 de noviembre de 2009

Domingo por la tarde [estado ingrávito]

Ficha Técnica

Autor: Daniel Quinteros
Actores: Javier Cerimedo y Juan Francisco López Búbica
Diseño escenográfico: Lorena López
Diseño de iluminación: Natacha Saez
Asistencia técnica: Lorena López
Fotografía: Estudio a Pedal
Diseño gráfico: Javier Cerimedo
Puesta en escena y dirección: Natacha Saez


La existencia se debate a través de un juego…

¿A qué juego… blanco o negro?


Sobre una pared se proyecta la sombra de un personaje en precario equilibrio; mientras avanza contra la luz las palabras abren el juego: D de delfín, E de elefante, F de flamenco, G de gato, H de hiena, L de lemur… Sentado de espaldas al juego, el eco desde otro personaje vuelve aún más vacías las palabras, es preciso darles sentido con la acción.

El debate se plantea en torno al desdoblamiento de la identidad humana, un estar parado sobre el filo de una navaja: un “deber ser” o un “merecer ser”. Así, estado ingrávito sería construir el lugar de libertad desde donde tomar esta decisión.

El elenco Lanotannegra… comienza la construcción de este lugar desde un planteo escenográfico que hace del espacio en todas sus dimensiones un gran protagonista. Aunque la primera impresión sea de despojamiento (en escena sólo hay un taburete y un andamio), con el transcurso de la obra, los elementos escenográficos se multiplican: asistimos a la ambigüedad de los planos horizontal y vertical por el uso del cuerpo de los actores contra las paredes y el piso de la sala; y al desmembramiento del plano horizontal con el uso focalizado de la luz que crea diversos niveles escénicos.

En la relación cuerpo-pensamiento se destaca la labor de dirección en cuanto que potencia la destreza física y la capacidad de construcción psicológica de un personaje; entendiendo esta elección como búsqueda de coherencia entre todos los elementos que conforman la puesta.

La palabra es indicio que acota el universo del discurso, reconstruyendo la historia del personaje a través del fluir de conciencia, la convención y lo lúdico. A la complejidad anterior se suma el desdoblamiento en dos enunciadores, uno que asume lo que dice y un eco que reproduce palabras, acentuando la interioridad de conflicto.

Allí donde la palabra deja de significar el cuerpo es metáfora y se convierte en discurso: es carga, es peso, se desploma, lucha, embiste una y otra vez, es secuencia, quiere dejar de ser cuerpo para ser partículas de sangre flotando en el aire. El cuerpo es palabra a dos voces, es contrapunto entre el deseo de liberación y la pulsión autodestructiva.

El tercer eje sobre el que se apoya esta propuesta es la luz. No ya como efecto técnico sino como portadora de sentido, e incluso como un tercer actor que ingresa a escena modificando el espacio, hiriendo los cuerpos, sometiéndolos a su intensidad y elevando la apuesta escénica de este elenco hacia la precisión.

No es sólo un juego de palabras, se va la vida en él. Lanotannegra… propone el filo de una navaja como reflexión estética, hace del riesgo su elección y pone al espectador en la cornisa de tomar una decisión. El juego ya comenzó, hay veintisiete letras para jugar.


Federico Hueso

Alejandra Silva