viernes, 5 de octubre de 2012

“De qué sirvió cuidarte tanto de la tos..."



Ficha técnica
Obra: Té, ¿Querés?
Grupo: La Tía Tota
Autor: Mariela Domínguez
Actuación: Laila Caram
Asistencia técnica y diseño de luces: Noelia Castaño
Selección musical y técnico de sonido: Alejandro Ochoa
Vestuario: Carolina Depetri
Puesta en escena y dirección: Mariela Domínguez


Y eso que en materia de elecciones
Sabemos más y sabemos las razones
Liliana Felipe

Estamos invitados a tomar el té... las mesas servidas, los saquitos listos, las tazas esperan. ¿Azúcar o edulcorante? La Tía Tota nos prepara esta vez un ambiente de té. En la sala se distribuyen pequeñas mesas servidas en las que se ubica el público. En escena, una mesa larga, con mantel tendido, una mesita complementaria con las cosas del té, una silla y ella, una chica bien. Bien vestida, bien peinada, bien educada, bien señorita, bien enojada. A partir de esta escena inicial, se suceden recuerdos, rencores, frustraciones, un amor, un intento de asesinato con motivos y el encierro. ¿Algo más? Sí, “unas pastillitas, para que no te alteres.”
Desde el vestuario y la caracterización de la protagonista, Laila Caram, se evidencia el mandato social, el deber ser de la mujer que constriñe, que pesa, pierde, agobia, excluye. Ese mandato aparece en cada uno de los hechos cotidianos que atraviesa el personaje: estar linda, atender bien a la gente en el trabajo, atender bien a su pareja en casa, sonreír. Siempre. En los recuerdos y en la fantasía también: soñar despierta con una fiesta sorpresa de cumpleaños y cuidar de ensayar una y otra vez la sonrisa perfecta, el gritito de emoción adecuado, la expresión de asombro correcta, el gesto conveniente.
Desde el encierro, esta mujer nos guía a través de sus memorias, nos cuenta los detalles de una vida sin excesos, con todos los cuidados necesarios para cumplir con los modos y las formalidades que la sociedad le impone por su género. Sin embargo, el monólogo transita ese “estar a punto de descontrolarse, de salirse de la norma”. Hay una tensión entre seguir sujeta a ese deber ser o dejarse fluir en la dirección del deseo: ser amada, amar, matar. La iluminación acompaña desde el color el fluir de la tensión, tornándose roja cuando el deseo desborda, volviendo al blanco, con la reaparición del mandato social que encauza las acciones salidas de eje.
La obra mantiene un tono humorístico constante a pesar de los momentos trágicos que rompen esa comicidad. El principal pico de humor sucede cuando la protagonista lleva a cabo su ritual del té, sirviendo agua caliente y masitas entre las mesas del público, al son de una canción muy particular de Liliana Felipe: la cumbia del pescado. Con un ritmo caribeño y un tono desenfadado, la canción metaforiza a la mujer a través de la figura del pescado y jugando con el doble valor de la palabra como sustantivo o participio, sugiere preguntarnos en qué medida las mujeres somos sujetos con posibilidades de elegir (valor de sustantivo) y/o qué tan sujetas estamos a las normas o a las elecciones de los demás (valor de participio). La enérgica presencia de esta canción en la obra dispara una multiplicidad de cuestionamientos, en particular, en relación con la temática del género, tópico recurrente en la actualidad, y, en general, en torno a acartonamientos tradicionales. Por ello, sugerimos desde el título el diálogo con Natalio Ruiz, otra canción popular en la que se pone en duda la premisa de “cuidar la forma por el qué dirán”.
La Tía Tota elige servirnos té como metáfora del deber ser, por implicar la mesa bien servida y demás protocolos y, también, como forma de calmarse frente a lo que no sale como se espera. Situación tradicional que aún hoy se mantiene vigente: ante cualquier indicio de agotamiento que desemboque en estallido o ruptura, siempre aparece alguien que enuncia: “Calmate, ¿no querés un tecito? ¿Te preparo un tilo?”
Alejandra Silva
Candelaria Torres

jueves, 4 de octubre de 2012

Ese instante, Kümmel



los grandes hombres no son percibidos por su tiempo. La cercanía, la cotidianeidad y las pequeñas mezquindades impiden la necesaria perspectiva para descubrirlos. Con la muerte de Oscar Kümmel (1935-2012) el mundo del teatro sanjuanino pierde físicamente el referente esencial de una etapa fundacional y prolífica.

En algún momento de su vida, Kümmel tomó la trascendental decisión de consagrarse con todas sus fuerzas al teatro, decisión trascendental para él y para el teatro sanjuanino. Fue ese instante el que permitió el futuro. Esto no fue gratuito, exigió de sacrificios, incluyendo a su familia, requirió del dolor que produce la incomprensión, la desvalorización, el egoísmo, la marginación. Pero Kümmel logró con su empecinamiento, con humildad, con su inagotable alegría y ternura, ser al cabo de los años el incuestionable maestro del teatro sanjuanino.

Hoy el teatro es un hecho artístico ineludible en toda gestión cultural que se precie de tal, pero hace tan sólo unas décadas atrás esto no era así. Fue Kümmel con su trabajo el que instaló en el imaginario social sanjuanino la actual idea de teatro, fue su esfuerzo lo que movió a los funcionarios a darle al arte escénico un lugar en la gestión de estado. Su persistente voluntad significó un combate cultural, enfrentó un modelo de cultura que en su elitismo e inmovilización excluía al teatro. 

Un teatrista puede tener sus ideas sobre el teatro, pero recordemos que son los gobiernos los que definen qué es teatro (el teatro que ellos necesitan, entiéndase) para la sociedad. Aún así, desde la desigualdad de posibilidades, la militancia teatral de Kümmel generó en el campo del arte local un profundo cambio. Produjo numerosas puestas en escena, muchas de ellas premiadas dentro y fuera de la provincia, enseñó a cientos de alumnos, formó actores y les dio el impulso para ser directores, modernizó las prácticas teatrales y proyectó el teatro para todos. Sin su aporte, la escena sanjuanina habría sido un mero reflejo de otros centros culturales, relegada a formas y estilos caducos, sin inventiva propia, sin identidad. Habría permanecido obnubilada por aquellos que invisibilizaban el teatro local y pregonaban por lo foráneo y “culto”. 

El gesto político de Kümmel fue “el teatro sanjuanino existe” y propuso sus propios modos y estéticas. Kümmel resignificó el teatro local, nos enseñó a valorarnos con nuestros aciertos y limitaciones, nos enseñó a ser por nosotros mismos. Por eso tiene su lugar en la historia del arte de la provincia; le cabe ese gran honor, como a los grandes hacedores.

Jorge Fernández



lunes, 1 de octubre de 2012

La dramaturgia en escena





Ficha técnica
 Obra: Bodas de sangre
Autor: Federico García Lorca
Director: Marcelo Di Gennaro
Elenco: Taller de Teatro Universitarios  - UNSL.
Actores: Alicia Corapi, Daro Gauna, Sandra Galvalicio, Natalia Sheiel, Diego  Arizaga, Sandra Boso, Raúl Andreotti, Graciela Carrizo, Cintia Garro, Juan Morcillo, Carolina Martínez, Carlos Sosa, Cecilia De Battista, Virginia Castro Loré, Edgardo Girard, Elba Pelozatto, Taibe Kusselman, Rodrigo Velazquez, Daniel Suarez, Marta Cassaniti.
Musica original: Ricardo Marino

El pasado 17 de agosto en el Cine Teatro Municipal, en el marco del Encuentro Regional de Teatro del Nuevo Cuyo 2012, el Taller de Teatro de la Universidad Nacional de San Luis, hizo su presentación con la obra Bodas de Sangre de Federico García Lorca. Sorprendió la elección por una suerte de puesta semimontada, representación a mitad de camino entre un teatro leído y una  puesta completa. Si bien los actores no llegaron a portar el texto en escena, la manera en que el mismo se dijo y se actuó, recordó las formas de un recitado. Un escenario casi despoblado de elementos hizo del texto dramático el eje de la puesta. Como en la lectura, quedó en manos de la imaginación del espectador la reconstrucción de los espacios  a través del parlamento de los actores. Las vestimentas y la música son los dos únicos elementos que transportaron  a la temporalidad de la obra, España de los años 30. 
 La dramaturgia lorquiana fue exaltada y respetada en todas las elecciones del director. Un ejemplo de ello fue el tratamiento del tiempo. Se buscó retratar fielmente  la linealidad de la estructura dramática de la obra, separando cada acto con un  corte de luz. De entre los pocos elementos que aparecieron en escena, destacamos la funcionalidad teatral de dos de ellos, las sillas y los cuchillos. La utilización de las sillas fue eficaz a la propuesta texto-céntrica; en las escenas con tiradas más extensas, los actores pudieron decir sus parlamentos sentados. En cuanto a los cuchillos hay que destacar la elección de su presencia en la escena de mayor tensión. El novio y Leonardo se dan muerte, y es en la aparición del arma-cuchillo donde  se concentra la fuerza trágica en el drama.
 Destacamos la presencia de la simbología poética de Lorca a través de la propuesta lumínica en las diferentes escenas. Luces amarillas, azules y rojas  ilustran la pasión, la locura y la muerte. En esta misma línea se aprecia la elección por la representación personificada del personaje muerte, quien en diferentes momentos de la obra aparece componiendo la escena, a veces incluso, en completo silencio, como recordando al espectador la muerte ya esperada. Finalmente, podemos decir que esta representación de Bodas de Sangre  nos brindó una propuesta teatral ideal para acercar las grandes obras a los más jóvenes, o a aquellos nostálgicos que disfruten de recordar sus lecturas de este reconocido teatro lírico español. 

Yanina Solís

Soñar con los pies




Ficha técnica
Obra: Rosenbahnhof - La estación de las rosas
Grupo: Centro Pro-Danza
Autores: Adriana Nazareno y Mario Danna
Actores: José Arabel, Ileana Páez. Gustavo Oleas, Agustina Romero, Eugenia Folledo, Cynthia Díaz, Julieta Tosolini, Carolina Asis, Claudio, Décima Nieve, Cristian Oliveri y Adriana Nazareno.
Iluminación y selección musical: Mario Danna
Coreografía: Adriana Nazareno
Puesta en escena y dirección general: Adriana Nazareno y Mario Danna.
Tanzt, tanzt
sonst sind wir verloren...

Baila, baila,
de otro modo estaremos perdidos...
Pina Bausch
Con una mirada altamente poética, el elenco Pro-Danza homenajea a Pina Bausch en una relectura de algunas escenas memorables de la bailarina. Este elenco dispone en escena tópicos recurrentes en el baile de Pina: encuentros y desencuentros, ternura, amor, dolor; y lo hace desde un abordaje muy propio también de Pina: lo poético cotidiano.
La acción toma lugar en una estación de trenes que nos remonta a la Europa de la década del 40. En ella se producen diversas coincidencias o tropiezos que rozan el amor/atracción fugaz entre todos aquellos seres que deambulan por ahí. El trabajo corporal en la danza pone de manifiesto las emociones generadas por cada encuentro: el cruce de miradas distraídas, seductoras o cómplices y el fisgoneo ajeno sobre cada historia puntual, a la vez displicente y censor, especie de metáfora de la mirada de la sociedad sobre el comportamiento del “otro”, incluso cuando es un completo extraño.
Todas las posibles formas de atravesar la existencia cotidiana mediante el movimiento están conjugadas en esta danza. Los cuerpos avanzan, se detienen, se enredan, dudan, continúan, con o sin dirección establecida. El trabajo se organiza en secuencias diversas, con una fuerte impronta en el desplazamiento de los bailarines en escena. No obstante, las actuaciones están trabajadas de manera heterogénea, lo cual conlleva a una visión de conjunto imprecisa.
Una escena en particular descuella entre el resto por lo logrado del desempeño actoral: en extremos opuestos, una mujer por un lado, un hombre por el otro, cruzan breves miradas que luego se intensifican al punto de hacer al otro quitarse una a una sus prendas de vestir, en una especie de contrapunto o esgrima sensual. Esta acción recrea la metáfora presente en la expresión “desvestir a alguien con la mirada”, propia de los enamoramientos fugaces urbanos.
Finalmente, valoramos el trabajo de este grupo en la recreación del clima característico de las obras de Pina Bausch. Su enorme legado en poética y en técnica desafía las posibilidades de un  homenaje suficiente. No obstante, lo visceral de su danza contagia inevitablemente pasión y admiración, sin duda condimentos presentes en Rosenbahnhof.

Alejandra Silva
Candelaria Torres