jueves, 7 de junio de 2012

Ella ya me olvidó, yo la recuerdo ahora





Ficha técnica
Obra: En qué anda el Martín
Grupo: Lanotannegra Teatro
Autor: Ariel Sampaolesi
Elenco: Javier Cerimedo, Silvio Guevara, Lorena López, Viviana Moya
Dirección: Natacha Sáez
Asistencia de Dirección: JuanFra López 


En qué anda el Martín es una metáfora del conocimiento y del desconocimiento. Su idea de memoria es, podríamos decir, cinematográfica. La escena y el público están mediados por un nylon que es, a la vez, opaco y transparente. Por lo tanto, la visión de la escena es borrosa, con una nube de por medio, como se recordaría en una película. 

La memoria se construye, desde el texto y alcanzando la escena, como un discurso que viene desde lo cotidiano. El texto está construido con un lenguaje sanjuanino y popular: los nombres son precedidos por el artículo, la Bety usa el vocativo de “pelotudo” para hablarles a los dos personajes masculinos y la voz está trabajada desde el acento “del vecino”.

La escenografía también se construye según la cotidianeidad de los años ’70: la Mary cose con una máquina Singer, el Oscar se duerme frente a un televisor que a cierto horario pierde la transmisión y la plancha que usa la Bety es de la época. Sin embargo, este ambiente cotidiano aparece extrañado a los ojos del público, precisamente por esa mediación que lo vuelve un recuerdo borroso.

La repetición de rutinas como la costura, el planchado, la siesta frente al televisor y la costumbre de pararse en la vereda a tomar mate hacen también a esta cotidianeidad. Cotidianeidad que se repite en los espacios empleados por los géneros: la mujer permanece adentro de la casa, incluso para trabajar, y el hombre, aún cuando no está trabajando, ocupa el espacio de lo público, de la vereda. El remate de la canción de Leonardo Favio alimenta esta construcción de lo cotidiano de una época en particular.

La pregunta a la que nos lleva el título de la obra se construye como un leit motiv que articula lo cotidiano con lo extraño, lo doméstico con el recuerdo, lo femenino y lo masculino. La mujer recuerda los primeros días de la desaparición de su marido a los que, por su desconocimiento, no entiende; sin embargo, como espectadores, podemos reponer todo aquello que no sucede en escena, pero que la distancia temporal nos permite conocer. Mientras la Bety, desde el desconocimiento, activa un mecanismo de memoria, el público hace lo mismo, pero desde la vereda opuesta.


Cristina Castro
Dana Botti

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