martes, 24 de julio de 2012

Réquiem, historia de un militante


Ficha técnica
Autor: Juan Claudio Becerra.
Actores: Jesús Galván, Pablo Flores y Juan Claudio Becerra.
Dirección: Rubén González Mayo.                                       
                                            
El último tres de mayo, en el marco del  5º Festival de la Memoria, “Los 30.000”, se llevó a escena  Réquiem, una de las obras  más representativas del festival, en tanto la problemática desarrollada en escena  mostró una estrecha vinculación con el tema central de los desaparecidos

             Réquiem se propone recrear un hecho histórico, aunque del orden de lo privado, la tortura.  Para ello recupera el valor testimonial de la obra Reportaje al pie de la horca escrita en cautiverio por Julius Fusik, periodista del partido comunista, quien fue secuestrado y torturado  por la Gestapo alemana.
   Evocando  una suerte de realismo socialista la obra se convierte en el medio,  tal vez la excusa, para la comunicación de un mensaje fuertemente social: la importancia del compromiso político. Mensaje  con el que se apela a una reivindicación histórica,
de la tradicional figura oficial del “subversivo,” en la del héroe  revolucionario.
            Comienza la puesta y la música esboza una obertura o preámbulo mediante el cual se posiciona al espectador frente al universo ideológico que atraviesa la obra. Se trata del tema Gallo rojo, gallo negro,  del compositor español Chicho Sánchez Ferlosio.
En busca de redundancia sígnica, y siguiendo la coherencia  general  de la obra, la vestimenta de los protagonistas repite los colores que nombra la canción y, de esta manera, establece los bandos enfrentados. Sobre el escenario encontramos tres personajes, un policía con ropa oscura  y dos presos de  remeras rojas.
Una vez que la música concluye, el elemento protagonista pasa a ser la palabra, fuerza centrípeta que, frente a un despojamiento escénico, atrae la atención del espectador.  A través  del parlamento de los actores se delimita el espacio, se construye  el conflicto, y se define a los personajes: el escenario se transforma en una sala de tortura, o, metáfora musical mediante, en una suerte de gallera discursiva, donde opresor y revolucionarios se enfrentan. La luz y los desplazamientos escénicos, acompañan al parlamento de los actores y operan como mecanismos de  resignificación de la materia textual.
A partir del diseño lumínico se conforman las secuencias de enfrentamiento, los rounds de una pelea despareja, desproporcionada y más grande que sus contendientes. El espacio escénico está dividido virtualmente en tres sectores, cada personaje ocupa uno de éstos  y orbita alrededor de una silla, sin nunca desplazarse hacia el espacio del Otro. El protagonista está en el centro, desde esta posición se definen las polaridades que se están trabajando en la obra: el policía esta “a la derecha” y el compañero comunista “a la izquierda”. 
Estos elementos  fijos e intercambiables, es decir  misma posición,  misma luz,  misma silla para cada personaje, reproducen la clave  dialógica en la que la obra se fundada, esto es, la unilateralidad  discursiva. Ninguno de los personajes cambia de rol,  puesto que el binarismo escénico, torturador /torturado, y  actancial, victima /victimario, no se repite a nivel discursivo.  Siguiendo la coherencia ideológica general de la obra, solo se encuentran los argumentos y las razones del revolucionario,   mirada o perspectiva a destacar desde donde se define al opresor.
 Finalmente, la elección por la ausencia de referentes históricos precisos, hace del texto fuente, una  abstracción o generalización, hecho transocial y transhistórico. Lo mismo en  Alemania que en Argentina. La muerte por los ideales, el no doblegamiento ante el verdugo, se propone, no como  un tema   propio de algún país o época específica, sino
como posibilidad humana: la de la entrega total, el sacrificio hasta  la muerte como principio de un  cambio definitivo,  ecos de la cultura judeocristiana que sostiene y hace posible la obra.                                                                                                                                                                   
Yanina Solís

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