jueves, 26 de mayo de 2016

Martha, o cómo el espacio trasciende en nosotros

Martha: …o cómo trascender sobre la materialidad de los espacios.

Algo de animal
Actúan: Teresita Arce, María Carrizo, Gerardo Molina y Armando Saputo.
Dirección: Gema Arias.

Texto: Gema Arias y extracciones de Biología (H.C.)



The Tía Choti
Actúan: Teresita Arce, Pato Lucero y Gerardo Molina.
Dirección: Teresita Arce y Pato Lucero.

Al salir, cierre el gas
Creación colectiva: María del Carmen Carrizo, Sebastián Sosa y Daniel Zalazar.

Tuétano
Creación colectiva: Gema Arias, Victoria Alvarado, Federico Lucero, Paula Moreno y Roxana Orihuela.
Asistencia de dramaturgia: Guadalupe Suárez Jofré.

“Djos (analo(r)gia)”
Animales: Federico Lucero, Marcelo Gallardo y Nicolás Rodríguez.
Dirección: Nicolás Rodríguez.
Vestuario: Diego Zalazar.
Música: Guillermo Cabrera y Nicolás Rodríguez.
Concepto sonoro: Nicolás Rodríguez.
Coreografía: Federico Lucero y Nicolás Rodríguez.
Texto: Nicolás Rodríguez y extracciones de la Santa Biblia.

Guía: Ana Videla.


Martha es un ícono, una bandera, del teatro emergente local actual. Martha es la concientización de los y las hacedores con respecto al espacio, al uso del espacio en la escena y a la falta de espacios convencionales (salas de teatro) para el montaje de espectáculos escénicos. Martha es la materialización, el oxímoron del sabernos con falta de público. Para quienes no tuvieron la suerte, Martha se realizó los viernes, sábado y domingo del mes de septiembre de 2015 en la casa de una hacedora teatral (Gema Arias), con una capacidad máxima de seis espectadores por función. Cinco propuestas espaciales (seis, con el conjunto de ellas, denominada Martha) para seis espectadores. Cinco espacios (seis, teniendo en cuenta la casa en su unidad) para seis espectadores.

Martha: … o cómo trascender sobre la materialidad de los espacios, tal es su título completo, se conformó por un recorrido guiado a través de cinco trabajos-búsquedas: Algo de animal (salita), The Tía Choti (baño), Al salir, cierre el gas (cocina), Tuétano (comedor) y “Djos (analo(r)gia)” (terraza). Tal como se ve desde la escritura de cada escena en el programa (algunos resaltan más elementos teatrales que otros como el vestuario o el concepto sonoro; unos especifican texto, otros no; otros entienden el texto directamente relacionado a la originalidad de las palabras – Biblia o textos de biología -; etc.), la propuesta en conjunto posee diferencias estéticas y en cuanto a su relación con el espacio. La preposición “sobre” del subtítulo nos hace pensar que cada propuesta va a tener algún tipo de enfrentamiento con el espacio para lograr trascenderlo. A mi entender, creo, que esta es la diferencia radical entre cada una de las propuestas. La apropiación espacial, la dependencia espacial y la fusión (o el enfrentamiento) con el espacio.

Al salir, cierre el gas y “Djos (analo(r)gia)” acontecen estrechamente vinculados con el espacio en donde se montan, tanto en la utilización del mismo como en su relación proxémica con el público. Son trabajos que parecieran no poder sobrevivir en otro espacio que no sea el que específicamente ocupan. Por otro lado, el resto de las escenas parecieran poder montarse en lugares de dimensiones similares o con características propias de la habitación de la casa en la que se producen.

Dejando de lado las valoraciones subjetivas, Martha comienza como una transacción clandestina en la puerta del departamento donde va a ocurrir la acción. La guía pide las entradas a los asistentes y los hace esperar cerca del lugar (no en la puerta haciendo fila) para entrar. Pocas palabras se producen desde este momento. Se abre la puerta y todos suben una escalera, en la que hay una poesía de Daniel Zalazar donde se menciona a una Martha y a la que se le desvalora su idea de la muerte cristiana.

El primer espacio que se visita es una habitación del departamento, Algo de animal, en la que hay dos mujeres y dos hombres, prácticamente, en ropa íntima, una de ellas, en adelante Ella 1 (Teresita Arce) y ellos, de negro, y la restante (María Carrizo), de blanco. Él 1 (Armando Caputo) arroja llaves a un recipiente mientras el desplazamiento del resto repercute por el espacio sonoro de la salita. Ella 2, que además de distinguirse en valor, posee otro tipo de vestuario (camisón frente a calza y corpiño deportivo de Ella 1). Se suceden distintas acciones de prevalencia de status alto de los de negro frente a Ella 2. La escena cierra en un círculo determinado por la recuperación del espacio sonoro del comienzo pero alterando el rol de los hombres.

El segundo trabajo, The Tía Choti, sucede en un pequeño baño en el que dos personajes grotescos (Teresita Arce y Patricia Lucero) realizan una ceremonia del té mientras en la claraboya del lugar un hombre (Gerardo Molina) intenta ingresar, sólo logrando entrar los brazos. El té que toman ellas lo convidan a los espectadores. Todo guiado por la risa rítmica y estruendosa de las personajes femeninas. Una vez finalizada la tertulia, el recorrido sigue.

Al salir, cierre el gas, se produce en una kitchenette en la que entran tres espectadores y los tres restantes deben observar la acción desde el umbral de la puerta. Un trompetista (Sebastián Sosa) Una mujer (María Carrizo) sale de la heladera, se sube a la mesada, se engancha con un arnés que la une al techo y se abalanza sobre el espacio. Es la escena más íntima de la propuesta, la trompeta suena como un susurro que se balancea entre Beethoven y una composición contemporánea. La proxemia permite visualizar absolutamente todo de la escena, el sudor, los pliegues de la ropa, las rastas del músico, las pupilas de los ojos, los olores de los cuerpos, el repiqueteo de los pistones del instrumento.

La guía conduce al público al comedor, donde hay un gran número de actores/actrices/performers (Gema Arias, Victoria Alvarado, Federico Lucero, Paula Moreno y Roxana Orihuela), la escena tiene tintes de los trabajos de los 80’ de David Linch. Tuétano. Hay televisores que muestran detalles atemporizados de los que sucede en el presente de la acción. Los cuerpos se mueven mecánicamente de un sitio a otro realizando movimientos “sin sentido”. Es una adaptación libre de “El buitre” de Franz Kafka, que pertenece a un trabajo de investigación que parte de una cátedra de un instituto de formación terciaria. El aura del trabajo denota esta pulcritud formativa, en la que están presentes diferentes orígenes escénicos hacia el mismo estímulo creativo.

Por último, en la terraza recibe al público un ángel de rastas que ha caído del cielo. Un ángel enorme e intimidante que provoca a los/as espectadores con su mirada, sus grandes dimensiones y sus gestos. Este personaje abre la medianera para una subescena en la que dos conejos cantan y coreografean un rap que tiene como temática un pasaje bíblico. El ángel es una especie de DJ que sostiene y complementa la escena desde el “foro”.

La experiencia total de Martha abre el panorama acerca de las búsquedas/experimentaciones estéticas cinco grupo de hacedores y cómo se puede sobrevivir en una provincia donde los espacios teatrales tradicionales carecen de horario o exceden las posibilidades de los y las teatristas independientes. A su vez, continúa una línea de exploración espacial específica en la que el espacio (valga la redundancia) es un elemento esencial para la construcción y la composición escénica. Retomo el subtítulo del espectáculo para suprimir el prefijo “sobre”, Martha se vuelve un espectáculo en la que las piezas son trascendidas por los espacios, por espacios no agotados en cuanto a sus potencialidades poéticas escénicas.


Benjamín Slavutzky

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