Ficha
técnica
Obra: Té, ¿Querés?
Grupo: La Tía Tota
Autor: Mariela Domínguez
Actuación: Laila Caram
Asistencia
técnica y diseño de luces: Noelia
Castaño
Selección
musical y técnico de sonido:
Alejandro Ochoa
Vestuario: Carolina Depetri
Puesta
en escena y dirección: Mariela Domínguez
Y eso que en materia de elecciones
Sabemos más y sabemos las razones
Liliana
Felipe
Estamos invitados a
tomar el té... las mesas servidas, los saquitos listos, las tazas esperan.
¿Azúcar o edulcorante? La Tía Tota nos prepara esta vez un ambiente de té. En
la sala se distribuyen pequeñas mesas servidas en las que se ubica el público.
En escena, una mesa larga, con mantel tendido, una mesita complementaria con
las cosas del té, una silla y ella, una chica bien. Bien vestida, bien peinada,
bien educada, bien señorita, bien enojada. A partir de esta escena inicial, se
suceden recuerdos, rencores, frustraciones, un amor, un intento de asesinato
con motivos y el encierro. ¿Algo más? Sí, “unas pastillitas, para que no te
alteres.”
Desde el vestuario y la caracterización de la protagonista,
Laila Caram, se evidencia el mandato social, el deber ser de la mujer que
constriñe, que pesa, pierde, agobia, excluye. Ese mandato aparece en cada uno
de los hechos cotidianos que atraviesa el personaje: estar linda, atender bien
a la gente en el trabajo, atender bien a su pareja en casa, sonreír. Siempre.
En los recuerdos y en la fantasía también: soñar despierta con una fiesta
sorpresa de cumpleaños y cuidar de ensayar una y otra vez la sonrisa perfecta,
el gritito de emoción adecuado, la expresión de asombro correcta, el gesto
conveniente.
Desde el encierro, esta mujer nos guía a través de sus
memorias, nos cuenta los detalles de una vida sin excesos, con todos los
cuidados necesarios para cumplir con los modos y las formalidades que la
sociedad le impone por su género. Sin embargo, el monólogo transita ese “estar
a punto de descontrolarse, de salirse de la norma”. Hay una tensión entre
seguir sujeta a ese deber ser o dejarse fluir en la dirección del deseo: ser
amada, amar, matar. La iluminación acompaña desde el color el fluir de la
tensión, tornándose roja cuando el deseo desborda, volviendo al blanco, con la
reaparición del mandato social que encauza las acciones salidas de eje.
La obra mantiene un tono humorístico constante a pesar de
los momentos trágicos que rompen esa comicidad. El principal pico de humor
sucede cuando la protagonista lleva a cabo su ritual del té, sirviendo agua
caliente y masitas entre las mesas del público, al son de una canción muy
particular de Liliana Felipe: la cumbia del pescado. Con un ritmo caribeño y un
tono desenfadado, la canción metaforiza a la mujer a través de la figura del
pescado y jugando con el doble valor de la palabra como sustantivo o
participio, sugiere preguntarnos en qué medida las mujeres somos sujetos con
posibilidades de elegir (valor de sustantivo) y/o qué tan sujetas estamos a las
normas o a las elecciones de los demás (valor de participio). La enérgica
presencia de esta canción en la obra dispara una multiplicidad de
cuestionamientos, en particular, en relación con la temática del género, tópico
recurrente en la actualidad, y, en general, en torno a acartonamientos tradicionales.
Por ello, sugerimos desde el título el diálogo con Natalio Ruiz, otra canción popular en la que se pone en duda la
premisa de “cuidar la forma por el qué dirán”.
La Tía Tota elige servirnos té como metáfora del deber ser, por implicar la mesa
bien servida y demás protocolos y, también, como forma de calmarse frente a lo
que no sale como se espera. Situación tradicional que aún hoy se mantiene
vigente: ante cualquier indicio de agotamiento que desemboque en estallido
o ruptura, siempre aparece alguien que enuncia: “Calmate, ¿no querés un tecito? ¿Te preparo un tilo?”
Alejandra
Silva
Candelaria Torres