los grandes
hombres no son percibidos por su tiempo. La cercanía, la cotidianeidad y las
pequeñas mezquindades impiden la necesaria perspectiva para descubrirlos. Con
la muerte de Oscar Kümmel (1935-2012) el mundo del teatro sanjuanino pierde
físicamente el referente esencial de una etapa fundacional y prolífica.
En algún momento de su vida, Kümmel tomó la trascendental
decisión de consagrarse con todas sus fuerzas al teatro, decisión trascendental
para él y para el teatro sanjuanino. Fue ese instante el que permitió el
futuro. Esto no fue gratuito, exigió de sacrificios, incluyendo a su familia,
requirió del dolor que produce la incomprensión, la desvalorización, el
egoísmo, la marginación. Pero Kümmel logró con su empecinamiento, con humildad,
con su inagotable alegría y ternura, ser al cabo de los años el incuestionable
maestro del teatro sanjuanino.
Hoy el teatro es un hecho artístico ineludible en toda
gestión cultural que se precie de tal, pero hace tan sólo unas décadas atrás
esto no era así. Fue Kümmel con su trabajo el que instaló en el imaginario
social sanjuanino la actual idea de teatro, fue su esfuerzo lo que movió a los
funcionarios a darle al arte escénico un lugar en la gestión de estado. Su
persistente voluntad significó un combate cultural, enfrentó un modelo de
cultura que en su elitismo e inmovilización excluía al teatro.
Un teatrista puede tener sus ideas sobre el teatro, pero
recordemos que son los gobiernos los que definen qué es teatro (el teatro que
ellos necesitan, entiéndase) para la sociedad. Aún así, desde la desigualdad de
posibilidades, la militancia teatral de Kümmel generó en el campo del arte
local un profundo cambio. Produjo numerosas puestas en escena, muchas de ellas
premiadas dentro y fuera de la provincia, enseñó a cientos de alumnos, formó
actores y les dio el impulso para ser directores, modernizó las prácticas
teatrales y proyectó el teatro para todos. Sin su aporte, la escena sanjuanina
habría sido un mero reflejo de otros centros culturales, relegada a formas y
estilos caducos, sin inventiva propia, sin identidad. Habría permanecido
obnubilada por aquellos que invisibilizaban el teatro local y pregonaban por lo
foráneo y “culto”.
El gesto político de Kümmel fue “el teatro sanjuanino
existe” y propuso sus propios modos y estéticas. Kümmel resignificó el teatro
local, nos enseñó a valorarnos con nuestros aciertos y limitaciones, nos enseñó
a ser por nosotros mismos. Por eso tiene su lugar en la historia del arte de la
provincia; le cabe ese gran honor, como a los grandes hacedores.
Jorge Fernández
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