jueves, 4 de octubre de 2012

Ese instante, Kümmel



los grandes hombres no son percibidos por su tiempo. La cercanía, la cotidianeidad y las pequeñas mezquindades impiden la necesaria perspectiva para descubrirlos. Con la muerte de Oscar Kümmel (1935-2012) el mundo del teatro sanjuanino pierde físicamente el referente esencial de una etapa fundacional y prolífica.

En algún momento de su vida, Kümmel tomó la trascendental decisión de consagrarse con todas sus fuerzas al teatro, decisión trascendental para él y para el teatro sanjuanino. Fue ese instante el que permitió el futuro. Esto no fue gratuito, exigió de sacrificios, incluyendo a su familia, requirió del dolor que produce la incomprensión, la desvalorización, el egoísmo, la marginación. Pero Kümmel logró con su empecinamiento, con humildad, con su inagotable alegría y ternura, ser al cabo de los años el incuestionable maestro del teatro sanjuanino.

Hoy el teatro es un hecho artístico ineludible en toda gestión cultural que se precie de tal, pero hace tan sólo unas décadas atrás esto no era así. Fue Kümmel con su trabajo el que instaló en el imaginario social sanjuanino la actual idea de teatro, fue su esfuerzo lo que movió a los funcionarios a darle al arte escénico un lugar en la gestión de estado. Su persistente voluntad significó un combate cultural, enfrentó un modelo de cultura que en su elitismo e inmovilización excluía al teatro. 

Un teatrista puede tener sus ideas sobre el teatro, pero recordemos que son los gobiernos los que definen qué es teatro (el teatro que ellos necesitan, entiéndase) para la sociedad. Aún así, desde la desigualdad de posibilidades, la militancia teatral de Kümmel generó en el campo del arte local un profundo cambio. Produjo numerosas puestas en escena, muchas de ellas premiadas dentro y fuera de la provincia, enseñó a cientos de alumnos, formó actores y les dio el impulso para ser directores, modernizó las prácticas teatrales y proyectó el teatro para todos. Sin su aporte, la escena sanjuanina habría sido un mero reflejo de otros centros culturales, relegada a formas y estilos caducos, sin inventiva propia, sin identidad. Habría permanecido obnubilada por aquellos que invisibilizaban el teatro local y pregonaban por lo foráneo y “culto”. 

El gesto político de Kümmel fue “el teatro sanjuanino existe” y propuso sus propios modos y estéticas. Kümmel resignificó el teatro local, nos enseñó a valorarnos con nuestros aciertos y limitaciones, nos enseñó a ser por nosotros mismos. Por eso tiene su lugar en la historia del arte de la provincia; le cabe ese gran honor, como a los grandes hacedores.

Jorge Fernández



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