Obra: Adagio en tiempo reminiscente
Grupo: Lunatics Danza Teatro
Género: Danza Teatro
Autor: Ada Valdez
Actúan: Elina Jofré, Andrea Collado, Yanina Valdéz, Iván Ortiz y José Bustos
Asistente de dirección: Karin Sorter
Dirección: Ada Valdéz
En el marco del III Festival Provincial “Teatro por la Memoria”, es difícil hallar puestas que superen la opinión común o la imagen en boga con respecto a la dictadura. Afortunadamente, hemos encontrado ejemplos que hacen honor a esa característica propia del arte como es poner en crisis la visión generalizada con respecto a un tema en particular. El trabajo de Lunatics Danza Teatro se encuentra entre estos casos.
En una puesta sin texto y sin una narración (en el sentido estricto del término), la danza se constituye como manifestación de los estados emocionales. Encontramos un espacio vacío, sólo inundado por las imágenes de un proyector, donde cuerpos femeninos y masculinos se trasladan en un precario código de la danza butoh, desde el nacimiento de la luz hasta la pantalla. Principalmente, con respecto a las características de esta danza oriental, se evidencia una clara disparidad de energía entre los actores, lo cual conduce directamente a la falta de homogeneidad en el manejo de la tensión y el equilibrio, elementos esenciales de esta danza. De todos modos, la propuesta visual íntegra resulta ser muy atractiva, donde el diseño producido por el recorte de los cuerpos en la pantalla ofrece un desdoblaje: el cuerpo blanco, con volumen, se vuelve figuras negras, planas y unidimensionales.
A diferencia de lo planteado desde la danza con una propuesta de un código de alto contenido simbólico, la música y la proyección no la acompañan. En algunos momentos, caen en el lugar común con piezas musicales revisitadas y proyecciones inconexas editadas de manera un tanto repetitiva y previsible. Por ejemplo, lo vemos en el uso del color para referirse al nacimiento y el blanco y negro para reforzar la idea de la muerte.
Sin embargo, es interesante la inclusión del video del atentado a las torres gemelas. La elección de un suceso histórico que aún se encuentra en tela de juicio (todavía hay opiniones encontradas con respecto a su responsabilidad) provoca en un lector inquieto, un cuestionamiento sobre los discursos históricos en general. Así, al poner al mismo nivel distintos sucesos que desencadenaron en grandes exterminios de personas, condenan todas las formas de violencia.
De esta manera, el planteo de un concepto de memoria como elemento vital para el renacimiento es interesante e innovador en este contexto de festival. Particularmente, en la referencia a una memoria de la violencia y del exterminio que no vuelve, como la mayoría, particularmente al tema de las desapariciones en la dictadura, sino que apela a distintas situaciones históricas que ponen en la mirilla a la violencia como característica propia y exclusiva del ser humano.
El gran valor de esta obra se encuentra en esta inversión de la perspectiva. Una revisión del diálogo entre los elementos que integran la puesta (danza, música, proyección) volvería esta propuesta ideológica interesante en una obra madura escénicamente.
En una puesta sin texto y sin una narración (en el sentido estricto del término), la danza se constituye como manifestación de los estados emocionales. Encontramos un espacio vacío, sólo inundado por las imágenes de un proyector, donde cuerpos femeninos y masculinos se trasladan en un precario código de la danza butoh, desde el nacimiento de la luz hasta la pantalla. Principalmente, con respecto a las características de esta danza oriental, se evidencia una clara disparidad de energía entre los actores, lo cual conduce directamente a la falta de homogeneidad en el manejo de la tensión y el equilibrio, elementos esenciales de esta danza. De todos modos, la propuesta visual íntegra resulta ser muy atractiva, donde el diseño producido por el recorte de los cuerpos en la pantalla ofrece un desdoblaje: el cuerpo blanco, con volumen, se vuelve figuras negras, planas y unidimensionales.
A diferencia de lo planteado desde la danza con una propuesta de un código de alto contenido simbólico, la música y la proyección no la acompañan. En algunos momentos, caen en el lugar común con piezas musicales revisitadas y proyecciones inconexas editadas de manera un tanto repetitiva y previsible. Por ejemplo, lo vemos en el uso del color para referirse al nacimiento y el blanco y negro para reforzar la idea de la muerte.
Sin embargo, es interesante la inclusión del video del atentado a las torres gemelas. La elección de un suceso histórico que aún se encuentra en tela de juicio (todavía hay opiniones encontradas con respecto a su responsabilidad) provoca en un lector inquieto, un cuestionamiento sobre los discursos históricos en general. Así, al poner al mismo nivel distintos sucesos que desencadenaron en grandes exterminios de personas, condenan todas las formas de violencia.
De esta manera, el planteo de un concepto de memoria como elemento vital para el renacimiento es interesante e innovador en este contexto de festival. Particularmente, en la referencia a una memoria de la violencia y del exterminio que no vuelve, como la mayoría, particularmente al tema de las desapariciones en la dictadura, sino que apela a distintas situaciones históricas que ponen en la mirilla a la violencia como característica propia y exclusiva del ser humano.
El gran valor de esta obra se encuentra en esta inversión de la perspectiva. Una revisión del diálogo entre los elementos que integran la puesta (danza, música, proyección) volvería esta propuesta ideológica interesante en una obra madura escénicamente.
Dana Botti
Norma Velardita
Norma Velardita
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